Estos dos desafíos -la inteligencia artificial y la lucha contra el cambio climático- tienen en común su transversalidad: van a tener impacto en cualquier empresa de cualquier sector. Y, además, su desarrollo coordinado es necesario para el futuro porque la inteligencia artificial también tiene un impacto ambiental. Pero, al mismo tiempo, también puede ser una gran aliada para impulsar empresas más sostenibles.
El desarrollo de la inteligencia artificial generativa repercute de manera negativa en el medioambiente. Por ejemplo, una investigación elaborada por las universidades de Riverside y Arlington alerta de la huella de carbono que generan los modelos de inteligencia artificial, especialmente los Large Language Models. Por ejemplo, este informe apunta que la demanda global de la inteligencia artificial podría conllevar para 2027 el gasto de entre 4.200 y 6.600 millones de metros cúbicos de agua.
Asimismo, según los datos del Instituto de la Ingeniería de España, el entrenamiento de GPT-3 consumió unos 78.437 kWh de electricidad, lo que equivale al gasto de una vivienda media española durante 23 años.
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