En la construcción, su valor es incalculable: es la base del hormigón y del vidrio, además de estar presente en procesos industriales y tecnológicos. Este auge de consumo, sin embargo, puso en evidencia que la arena no es infinita. La naturaleza tarda siglos en regenerarla, pero la explotación actual se da en cuestión de días.
De acuerdo con estimaciones del Programa de la ONU para el Medio Ambiente, cada año se consumen alrededor de 50.000 millones de toneladas de arena. Para dimensionar la magnitud, sería suficiente para construir un muro de 27 metros de ancho y alto que rodeara todo el planeta. Una cifra que alerta sobre el ritmo insostenible en que se está extrayendo.
Lo más preocupante es que no toda la arena sirve para los fines industriales. La de los desiertos es demasiado fina y lisa, por lo que grandes proyectos, incluso en países áridos, debieron importar toneladas desde otros lugares, aumentando los impactos ambientales y económicos de este mercado.
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