06/11/2018 08:00h.
Cada vez son más los proyectos y las actividades relacionadas con la educación agroecológica. Vamos adquiriendo experiencias, aprendizajes, dudas e interrogantes. Sin embargo, no resulta sencillo encontrar espacios donde compartir todas estas reflexiones. Para ello, el próximo 19 de noviembre, Fundación Cristina Enea, a través de su proyecto Nekazal Kultura Eskoletara, organiza las jornadas Educación agroecológica: dificultades y potencialidades. En estas jornadas dirigidas a todas las personas y agentes relacionados con la educación agroecológica, se abordarán distintos aspectos con el objetivo de compartir experiencias en torno a las dificultades y potencialidades relacionadas con la formación al profesorado.
Hemos hablado con Andrea Estrella Torres, miembro del espacio agroecológico Germinando, de Madrid, quien participará en la jornada con su ponencia "En ocasiones veo Huertos".
Para empezar, ¿qué es exactamente el espacio agroecológico Germinando?
Germinando comienza su andadura hace unos diez años como una asociación de tres amigas con la necesidad de crear su propio trabajo en educación ambiental y formación en agricultura ecológica desde una perspectiva agroecológica. Tras varios años de aprendizajes, hoy somos una cooperativa de doce mujeres (socias, trabajadoras y colaboradoras), convencidas de que hay otras formas de hacer economía y educación. Durante estos años hemos ido trabajando en diversos proyectos y hemos ido configurando nuestro trabajo en torno a diferentes áreas, que en la actualidad hemos concretado en: Agroecología y territorio, Formación, Huertos educativos y Desarrollo comunitario, Huertos y Jardines ecológicos, Emprendimiento y eventos. Además tenemos una tienda de productos ecológicos para la huerta y el jardín en el centro de Madrid. Cada una de esas áreas trabaja en diferentes proyectos, algunas de las cuales se interrelacionan inevitablemente.
¿Qué trabajo hacéis con los centros escolares?
El área de huertos educativos y el área de formación se entremezclan en este caso. Por un lado, trabajamos en diferentes centros como educadoras agroambientales, dinamizando e impulsando los proyectos de huerto escolar dentro del currículo haciendo actividades con niños y niñas, y asesorando a los equipos docentes/AMPAs para su implementación como proyecto de centro… Por otro lado, asesoramos y formamos a equipos docentes o técnicos de ayuntamientos, por ejemplo en la Red de huertos escolares de Madrid o de San Sebastián de los Reyes. Además el año pasado comenzamos a colaborar con la Universidad Autónoma de Madrid, para tutorizar TFG que tuvieran como objeto de estudio los propios centros con huerto escolar.
¿Crees que es importante trabajar el huerto y la agroecología en los centros escolares? ¿Qué beneficios tiene?
Desde nuestro punto de vista, la agroecología plantea la necesaria reflexión en torno al sistema agroalimentario en su conjunto, de manera que se puedan buscar soluciones locales y participativas a los retos que nos plantea el actual modelo productivo y de consumo. No podemos olvidar que nuestra alimentación, su actual modelo de producción, distribución, consumo y reciclado, es una de las principales causas del desequilibrio ecológico y social actual. La agroecología plantea precisamente esa necesidad de repensar nuestros sistemas agroalimentarios para hacerlos más sostenibles, equilibrados y justos. En el caso de las ciudades es fundamental esta reflexión, ya que somos los principales nodos de consumo, y hoy el consumo es un arma muy potente para incidir en decisiones políticas. Es fundamental, por tanto, incidir en la educación desde una perspectiva agroecológica, y el huerto es la mejor herramienta para ello.
Por otro lado, el verdadero reto de la agroecología, como ciencia o movimiento, es incorporar en sus prácticas el enfoque feminista y la investigación en torno a la educación. Es a través de una economía que tenga en cuenta los cuidados (de las personas y el medio) así como la educación desde la infancia desde donde podremos realizar cambios realmente transformadores.
Por ello, nos gusta mucho el planteamiento de German Llerena y Mariona Espinet, que hablan directamente de Agroecología Escolar, que sería aquella que reflexiona en torno al sistema agroalimentario que existe en torno a un centro educativo. En este caso, el huerto juega un papel fundamental, de origen-cierre de ciclo en el propio centro educativo, y los diferentes actores de la comunidad educativa son los agentes que hacen posible el cambio.
¿Habéis sentido que ha aumentado el interés o el apoyo de las instituciones con respecto a este tema?
Definitivamente sí. Cada vez hay más recursos, más información y reconocimiento a este tipo de proyectos y programas. Sin embargo aun nos queda bastante por hacer. Falta formación desde las propias universidades a los futuros/as maestras en metodologías que permitan utilizar el huerto como herramienta, más allá de las fichas y rubricas de evaluación. En este sentido, nos faltan también investigaciones que certifiquen lo que estamos viendo ya en muchos lugares: el huerto es una herramienta educativa muy potente que favorece distintos tipos de aprendizaje y relaciones que no se dan en otros espacios educativos. Además falta todavía mucho trabajo por hacer en la coordinación y comunicación entre las diferentes instituciones que impulsan o de las que dependen estos proyectos, como en el caso de las horas dedicadas al proyecto o el reconocimiento de las formaciones que se realizan en torno al tema.
¿Qué le dirías o como animarías al profesorado que tiene "vértigo" a entrar en un proyecto de este tipo?
El fin de semana del 25, 26 y 27 de octubre organizamos junto al Colectivo Helianto el I Encuentro Estatal de Huertos escolares. Fue un encuentro interesantísimo en el que compartimos experiencias entre diferentes instituciones, profesorado, familias y educadores/as ambientales de todo el país. Reflexionamos precisamente sobre las dificultades que encontraban los diferentes centros, que son muchísimas, pero también pudimos obtener una importante conclusión: lo más importante de un huerto escolar es el equipo humano. Es necesario que exista un grupo motor fuerte, que se lo crea, y que esté conformado por el mayor número posible de agentes para que cada uno aporte, enriqueciendo la diversidad del propio huerto.
Por ello, para empezar le reconocería que este tipo de proyectos supone tiempo y esfuerzo y que no siempre es un camino de rosas, así que le animaría a buscar aliados en otros docentes y en las familias, porque los proyectos de huerto escolar que realmente funcionan son aquellos en los que el grupo motor es más diverso y nutrido. En cuanto al vértigo, normalmente éste es consecuencia de la falta de formación o contacto con la agricultura en sí misma. En este sentido, lo que suelo decirles es que deben aprovechar, y que esta “falta de conocimiento o formación” más técnica no suponga un problema, sino una oportunidad de aprendizaje junto a sus alumnos y alumnas. Que se atrevan a innovar, que vayan investigando y aumentando conocimiento a medida que vayan probando cosas junto al alumnado y sus compañeros/as. Por último, recomiendo no “venirse arriba” desde el principio. Es mejor ir consiguiendo objetivos pequeños poco a poco. El huerto escolar no tiene una función productiva a gran escala (de alimentos). La función del huerto escolar es ser un aula de experimentación que permita acercar la naturaleza a la comunidad docente; es una herramienta, no un fin.
¿Qué crees que se puede hacer desde las organizaciones e instituciones para apoyarles en este proceso?
Pues precisamente eso, el apoyo a los equipos docentes en formación y aspectos más técnicos por supuesto. Pero también en relación a la adaptación curricular, cómo trabajar contenidos del currículo (más allá de ciencias naturales) a través del huerto. En este sentido la figura de educadores y educadoras agroambientales nos parece un factor clave, ya que pueden acompañar en la dinamización y organización del día a día de los proyectos de huerto escolar, complementando las tareas de los equipos docentes. Por supuesto, es fundamental que las instituciones se pongan de acuerdo y se reconozca el tiempo que los equipos docentes dedican a los proyectos de huerto escolar. Este fue uno de los puntos más recurrentes en el Encuentro realizado en Tudela. La mayoría de las veces, este tipo de proyectos beben de la ilusión y altruismo de los docentes “motivados/as”, lo cual disminuye la resiliencia de los mismos proyectos. Es necesario que el huerto sea reconocido como un aula o área más, transversal, como lo son las TICs o el aula de música o la biblioteca.