El clima condiciona la vida de un lugar: su paisaje, sus ritmos, su gastronomía, sus costumbres y hasta el carácter de sus gentes. Si el clima cambia, nosotros también cambiamos.
Los seres vivos responden a las variaciones de temperatura, humedad y luz a lo largo de las estaciones del año. Observándolos podemos estudiar el clima y entender el delicado equilibrio que existe entre ellos.
Cuando decimos "ya están floreciendo las mimosas" o "hoy he visto la primera golondrina", lo que estamos haciendo es una observación fenológica.
Los seres vivos nos proporcionan el instrumento más exacto y fiable para conocer el clima de una zona y sus variaciones a lo largo del tiempo.
Formando una red de observadores fenológicos, que en distintos puntos anoten sus observaciones periódicas, se puede conseguir una fotografía del clima de una zona en cada temporada, año tras año.
La comparación de estos datos a lo largo del tiempo, nos indicará el comportamiento del clima en un área. Cuanto más larga sea la serie, más fiables serán las conclusiones que se obtengan. La fenología nos ayudará a afirmar o descartar que el clima está cambiando en nuestra zona. Además nos dará información sobre cuáles son los cultivos más apropiados en un lugar o sobre cómo afecta un año más frío o más lluvioso a las cosechas.