El problema del plástico es uno de los desafíos ambientales más significativos que enfrenta el planeta en la actualidad. Hay siete ‘superislas’ en los océanos, la más grande de las cuales, en el Pacífico Norte, podría ocupar hasta 10 millones de kilómetros cuadrados, tanto como los Estados Unidos. Y cada año se estima que llegan al mar 8 millones de toneladas de plástico. La Tierra está plagada de desechos plásticos, que se han encontrado hasta en los Polos, e incluso en el interior de los animales y el ser humano.
Los plásticos son duraderos, maleables y baratos, lo que los ha hecho indispensables y omnipresentes en los últimos 160 años. Están presentes en casi todo lo que rodea a los humanos, desde embalajes hasta prendas de vestir o componentes de coches y aviones. Pero contaminan el medio ambiente, son difíciles de reciclar, permanecen en el medio ambiente durante cientos de años y su producción emite más CO2 que todo el tráfico aéreo combinado.
Las y los científicos llevan décadas buscando alternativas al plástico, pero hasta ahora no han hallado materiales que cumplan las tres características antes citadas: durabilidad, maleabilidad y bajo coste. Hasta ahora, porque investigadores de la Universidad de Copenhague han desarrollado un nuevo material ‘bioamigable’, hecho de almidón modificado de cebada y fibra de remolacha, que promete revolucionar la lucha contra la contaminación plástica.
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