El consumo y el consumismo, aunque en ocasiones puedan confundirse, tienen consecuencias muy diferentes para nuestro planeta y nuestra calidad de vida. Mientras que el primero implica utilizar bienes y servicios para satisfacer necesidades o deseos legítimos, el segundo se define por una tendencia inmoderada a adquirir y gastar, a menudo de manera compulsiva y sin considerar las repercusiones a largo plazo.
Este aspecto ha sufrido un incremento significativo desde que comenzó el auge del comercio electrónico. De hecho, en la sociedad actual, el consumismo se ha convertido en norma, impulsado en gran medida por un sistema económico que fomenta el crecimiento constante y el consumo desmedido como motor de la prosperidad.
Sin embargo, este modelo tiene un costo insostenible para el medio ambiente. La extracción excesiva de recursos naturales, la contaminación del aire y del agua, la deforestación y la acumulación de desechos son solo algunas de las consecuencias negativas del consumismo desenfrenado.
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